miércoles, 29 de mayo de 2013

La Casa Del Carpintero

Un viejo carpintero llegaba a la edad para jubilarse. Contó sus planes a su jefe de que quería dejar la construcción y vivir una vida más relajada con su mujer y disfrutar de su familia.

Echaría de menos su salario pero necesitaba jubilarse. La familia sobreviviría. El contratista lamentaba ver irse a su buen trabajador y le pregunto si podría construir una última casa como favor personal. El carpintero asintió, pero poco a poco era fácil ver que su corazón no estaba en su trabajo. Trabajaba mal y usaba materiales de calidad inferior. Desafortunada manera de acabar su carrera.

Cuando el carpintero acabó su trabajo vino el contratista para inspeccionar la casa. El contratista dio la llave de la puerta principal al carpintero y dijo; -Ésta es tu casa, mi regalo para ti.-

¡Qué susto! ¡Qué pena! ¡ Ojalá hubiera sabido que construía su propia casa, lo hubiera hecho muy diferente! Ahora tenía que vivir en el hogar que no había construido bien.

Así es en nosotros. Construimos nuestras vidas distraídamente. Reaccionamos en lugar de actuar, estamos contentos con aguantar menos que lo mejor. En momentos críticos no damos al trabajo nuestro mejor esfuerzo. Así que con un susto miramos la situación que hemos creado y encontramos que vivimos en la casa que hemos construido. Si nos hubiéramos dado cuenta lo hubiéramos hecho diferente.

Imagínate que fueras un carpintero. Piensa en tu casa. Cada día clavas un clavo, pones una estantería o levantas una pared. Construye con sabiduría. Es la única vida que vas a construir. Aunque solo vivas un día más, aquel día merece ser vivido con gracia y dignidad. La placa en la pared dice, La vida es un proyecto de bricolaje: hazlo tu mismo.` Tu vida mañana será el resultado de tu actitud y decisiones que haces hoy.

EL SUEÑO DE LA ORUGA
Un pequeño gusanito caminaba un día en dirección al sol. Muy cerca del camino se encontraba un saltamontes:
- ¿Hacia dónde te diriges?, le preguntó.
Sin dejar de caminar, la oruga contestó:
- Tuve un sueño anoche; soñé que desde la punta de la gran montaña yo miraba todo el valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo.
Sorprendido, el saltamontes dijo, mientras su amigo se alejaba:
- ¡Debes estar loco!, ¿Cómo podrías llegar hasta aquel lugar?
- ¡Tú, una simple oruga!. Una piedra será para ti una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable.
Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escuchó. Sus diminutos pies no dejaron de moverse.
La oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros.
Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor aconsejaron a nuestro amigo a desistir de su sueño
-¡No lo lograrás jamas! - le dijeron -, pero en su interior había un impulso que lo obligaba a seguir.
Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar:
- Estaré mejor, fue lo último que dijo, y murió.
Todos los animales del valle por días fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal mas loco del pueblo.
Había construido como su tumba un monumento a la insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno de uno que murió "por querer realizar un sueño irrealizable".
Una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una ADVERTENCIA PARA LOS ATREVIDOS. De pronto quedaron atónitos.
Aquella concha dura comenzó a quebrarse y con asombro vieron unos ojos y una antena que no podía ser la de la oruga que creían muerta. Poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas arcoiris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: UNA MARIPOSA. 
No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría:
Se iría volando hasta la gran montaña y realizaría un sueño; el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir.
"Todos se habían equivocado". Dios no nos hubiera dado la posibilidad de soñar, si no nos hubiera dado la oportunidad de hacer realidad nuestros sueños...
Si tienes un sueño, vive por él, intenta alcanzarlo, pon la vida en ello y si te das cuenta que no puedes, quizá necesites hacer un alto en el camino y experimentar un cambio radical en tu vida y entonces, con otro aspecto, con otras posibilidades y circunstancias distintas: !!LO LOGRARÁS!!!!
LUCHA CON TODAS TUS FUERZAS POR LO QUE DESEAS Y ALCANZARÁS TUS SUEÑOS. NO IMPORTA LAS VECES QUE LO INTENTES SIGUE HASTA EL FINAL


martes, 28 de mayo de 2013

EL PRECIO DE UN ANILLO
-Vengo maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no hago nada bien, que soy torpe y todos me rechazan. ¿Cómo puedo mejorar?, ¿qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro le dijo: -Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizá después... -Y haciendo una pausa agregó: -Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y tal vez después pueda ayudar.
-E... encantado maestro -titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
-Bien -asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba puesto en el dedo pequeño de la mano izquierda y se lo dio al muchacho, agregando: -Toma el caballo que está ahí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara, hasta que un viejito se tomó la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
Después de ofrecer su joya a todo el que se cruzaba en su camino, y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó. Entró a la habitación, donde estaba el maestro, y le dijo:
-Maestro, lo siento pero no es posible conseguir lo que me pediste. Quizá pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que pueda engañar a nadie respecto al verdadero valor del anillo.
-Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro -Debemos primero saber el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. Quién mejor que él para saberlo. Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. No importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
Llegó a la joyería, el joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó, y luego dijo: -Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
-58 monedas?! - exclamó el joven.
-Sí -replicó el joyero -Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo. -Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.



VUESTRA RIQUEZA

Un genio tomó forma de mendigo y le dijo a un zapatero: "Hermano, hace tiempo que no como y me siento muy cansado, aunque no tengo ni una sola moneda quisiera pedirte que me arreglaras mis sandalias para poder caminar".
"¡Yo soy muy pobre y ya estoy cansado de todo el mundo q viene a pedir pero nadie quiere dar!", contestó el zapatero
El genio le ofreció entonces lo q él quisiera.
"¿Dinero inclusive?", preguntó el tendero
El genio le respondió: "Yo puedo darte 10 millones, pero a cambio de tus piernas" "¿Para qué quiero yo 10 millones si no voy a poder caminar, bailar, moverme libremente?", dijo el zapatero.
Entonces el genio replicó: "Está bien, te podría dar 100 millones, a cambio de tus brazos".
El zapatero le contestó: "¿Para qué quiero yo 100 millones si no voy a poder comer solo, trabajar, jugar con mis hijos, etc.?.
Entonces el genio le ofreció: "En ese caso, te puedo dar 1000 millones a cambio de tus ojos".
El zapatero respondió asustado: "¿Para qué me sirven 1000 millones si no voy a poder ver el amanecer, ni a mi familia y mis amigos, ni todas las cosas que me rodean?".
Entonces, el genio, le dijo: "Ah hermano mío, ya ves que fortuna tienes y no te das cuenta".

lunes, 27 de mayo de 2013

55 AÑOS, UN AMOR
Un famoso maestro se encontró frente a un grupo de jóvenes que estaban en contra del matrimonio.
Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y que es preferible acabar con la relación cuando este se apaga en lugar de entrar a la hueca monotonía del matrimonio.
El maestro les dijo que respetaba su opinión, pero les relato lo siguiente:
"Mis padres vivieron 55 anos casados. Una mañana mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno y sufrió un infarto. Cayó. Mi padre la alcanzó, la levantó como pudo y casi a rastras la subió a la camioneta. A toda velocidad, rebasando, sin respetar los altos, condujo hasta el hospital. Cuando llegó, por desgracia, ya había fallecido. Durante el sepelio, mi padre no habló, su mirada estaba perdida. Casi no lloró. Esa noche sus hijos nos reunimos con él. En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas. Él pidió a mi hermano teólogo que le dijera dónde estaría mamá en ese momento. Mi hermano comenzó a hablar de la vida después de la muerte, conjeturó cómo y dónde estaría ella. Mi padre escuchaba con gran atención. De pronto pidió: "Llévenme al cementerio". "Papá" respondimos "¡Son las 11 de la noche. No podemos ir al cementerio ahora!" Alzó la voz y con una mirada vidriosa dijo: "No discutáis conmigo por favor, no discutáis con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa por 55 años". Se produjo un momento de respetuoso silencio. No discutimos más. Fuimos al cementerio, pedimos permiso al celador, con una linterna llegamos a la lápida. Mi padre la acarició, lloró y nos dijo a sus hijos que veíamos la escena conmovidos: "Fueron 55 buenos años... ¿sabéis? Nadie puede hablar del amor verdadero si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer así". Hizo una pausa y se limpió la cara. "Ella y yo estuvimos juntos en aquella crisis. Cambio de empleo", continuó, "Hicimos el equipaje cuando vendimos la casa y nos mudamos de ciudad. Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otro la partida de seres queridos, rezamos juntos en la sala de espera de algunos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos en cada Navidad, y perdonamos nuestros errores... Hijos, ahora se ha ido y estoy contento, ¿sabéis por qué?, porque se fue antes que yo, no tuvo que vivir la agonía y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto que no me hubiera gustado que sufriera..."
Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló: "Todo está bien hijos, podemos irnos a casa; ha sido un buen día".
Esa noche entendí lo que es el verdadero amor... Dista mucho del romanticismo, no tiene que ver demasiado con el erotismo, más bien se vincula al trabajo y al cuidado que se profesan dos personas realmente comprometidas."
Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes universitarios no pudieron debatirle. Ese tipo de amor era algo que no conocían.

GENEROSIDAD Y CASTIGO
Dos ángeles que viajaban pararon a pasar la noche en el hogar de una familia rica. La familia era grosera y rechazó la estancia de los ángeles en el cuarto de huéspedes de la mansión. En su lugar, los ángeles fueron hospedados en un espacio frío del sótano. Hicieron su cama en el suelo duro, entonces, el ángel más viejo vio un agujero en la pared y lo reparó.
Cuando el ángel más joven le preguntó por qué lo hizo, el ángel viejo le contestó que "las cosas no son siempre lo que parecen".
La noche siguiente, los ángeles se hospedaron en un hogar muy pobre, pero el granjero y su esposa eran muy hospitalarios. Después de compartir el poco alimento que tenían, los esposos dejaron dormir a los ángeles en la cama de ellos para que estuvieran cómodos el resto de la noche.
Cuando el sol salió a la mañana siguiente los ángeles encontraron al granjero y a su esposa hechos pedazos: su única vaca, de la cual obtenían dinero por su leche, posaba muerta en el campo.
El ángel joven se molestó y le preguntó al ángel viejo por qué dejó que esto sucediera. El primer hombre tenía todo y le ayudaste, la segunda familia tenía muy poco y estaban dispuestos a compartir todo y dejaste morir a su única vaca, eres un capullo. "Las cosas no siempre son lo que aparentan" le contestó el viejo ángel.
Cuando permanecíamos en el sótano de la mansión, noté que había oro en ese agujero de la pared. Puesto que el propietario era tan obsesionado, avaro y poco dispuesto a compartir su buena fortuna, sellé la pared para que el jamás lo encuentre. Entonces, ayer en la noche cuando nos dormimos en la cama de los granjeros, el ángel de la muerte vino por su esposa. Pero yo le di la vaca, en lugar de a ella.


viernes, 24 de mayo de 2013

LA GALLETA
En el andén... Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación, le informaron de que el tren en el que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora. La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el rato. Buscó un banco en el anden central y se sentó preparada para la espera.
Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. Imprevistamente, la señora observó como aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente.
La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera, pero tampoco dejar pasar aquella situación o hacer de cuenta que nada había pasado; así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.
Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió. La señora ya enojada, tomó una nueva galleta y, con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho. El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta.
La señora cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, la señora se dio cuenta de que en el paquete sólo quedaba la última galleta. "-No podrá ser tan descarado", pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas. Con calma el joven alargó la mano, tomó la última galleta, y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad. Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de banco. ¡Gracias! - dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad. De nada - contestó el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad.
Entonces el tren anunció su partida... La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en el anden y pensó: "¡Que insolente, que mal educado, que vergüenza de tipejo!". Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su cartera, su paquete de galletas intacto.
Dice un viejo proverbio... Peleando, juzgando antes de tiempo y alterándose no se consigue jamás lo suficiente, pero siendo justo, cediendo y observando a los demás con una simple cuota de serenidad, se consigue más de lo que se espera. 
SOMOS INJUSTOS...

En los días en que un helado costaba mucho menos que ahora, un niño de diez años entró en un establecimiento y se sentó en una mesa. La camarera puso un vaso de agua enfrente de él. ¿Cuánto cuesta un helado con chocolate y nueces? Pregunto el niño; cincuenta céntimos, respondió la camarera. El niño sacó su mano del bolsillo y examinó su número de monedas.
¿Cuánto cuesta un helado sólo?, volvió a preguntar. Algunas personas estaban esperando por una mesa y la camarera ya estaba un poco impaciente. Treinta y cinco céntimos dijo ella bruscamente. El niño volvió a contar las monedas. Quiero el helado sólo dijo. La camarera le trajo el helado con mala cara, puso la cuenta en la mesa y se fue. El niño termino el helado, pagó en la caja y se fue. Cuando la camarera volvió, ella empezó a limpiar la mesa y entonces descubrió lo injusta que había sido. Allí, puestos ordenadamente junto al plato vacío había veinticinco céntimos... su propina.



jueves, 23 de mayo de 2013

EL INVENTARIO DEL ABUELO


Aquel día lo vi distinto. Tenía la mirada enfocada en lo distante.
Casi ausente. Pienso ahora que tal vez presentía que ese era el último día de
su vida. Me aproximé y le dije:


-¡Buenos días, abuelo! -Y él extendió su silencio. Me senté junto a su
sillón y, después de un misterioso instante, exclamó:

-¡Hoy es día de inventario, hijo!
-¿Inventario? -pregunté sorprendido.

-Sí, ¡el inventario de las cosas perdidas! -me contestó con cierta
energía y, no sé si con tristeza o alegría. Y prosiguió:


-Del lugar de donde yo vengo, las montañas quiebran el cielo como
monstruosas presencias constantes. Siempre tuve deseos de escalar la más
alta. Nunca lo hice, no tuve el tiempo ni la voluntad suficientes... 
Recuerdo también a Mara, aquella chica que amé en silencio durante cuatro años. 
Hasta que un día se marchó del pueblo, sin yo saberlo. 
¿Sabes algo? También estuve a punto de estudiar ingeniería,
pero mis padres no pudieron pagarme los estudios. Además, el trabajo en
la carpintería de mi padre no me permitía viajar. 
¡Tantas cosas no concluidas! ¡Tantos amores no declarados! 
¡Tantas oportunidades perdidas! 
Luego, su mirada se hundió aún más en el vacío y se humedecieron sus ojos.
Pero continuó:
-En los treinta años que estuve casado con Rita, creo que sólo cuatro o
cinco veces le dije "te amo". Después de un breve silencio, regresó de
su viaje mental y, mirándome a los ojos, me dijo: 
-Este es mi inventario de las cosas perdidas, la revisión de mi vida. 
A mí ya no me sirve. A ti sí. 
Te lo dejo como regalo para que puedas hacer tu inventario a tiempo".


Luego, con cierta alegría en el rostro, continuó con entusiasmo y casi
divertido:

-¿Sabes qué he descubierto en estos días?

-¿Qué abuelo? Aguardó unos segundos y no contestó, sólo me interrogó
nuevamente:


-¿Cuál es el pecado más grave en la vida de un hombre? La pregunta me
sorprendió, y sólo atiné a decir con inseguridad:


-No lo había pensado...Supongo que matar a otros seres humanos...odiar
al prójimo...¿tener malos pensamientos, tal vez?


Su cara reflejaba negativa. Me miró intensamente, como remarcando el
momento, y en tono grave y firme señaló:


-El pecado más grave en la vida de un ser humano es el pecado por
omisión; y, lo más doloroso es descubrir las cosas perdidas sin tener
tiempo para encontrarlas y recuperarlas.


Al día siguiente regresé temprano a casa, después del entierro de mi
abuelo, para realizar de forma urgente mi propio inventario de las cosas
perdidas.



UNA HISTORIA REAL

Su nombre era Fleming, y era un granjero escocés pobre. Un día, mientras intentaba ganarse la vida para su familia, oyó un lamento pidiendo ayuda que provenía de un pantano cercano. Dejó caer sus herramientas y corrió al pantano. Allí, encontró hasta la cintura en el estiércol húmedo y negro a un muchacho aterrado, gritando y esforzándose por liberarse.
El granjero Fleming salvó al muchacho de lo que podría ser una lenta y espantosa muerte.
Al día siguiente, llegó un carruaje elegante a la granja. Un noble, elegantemente vestido, salió y se presentó como el padre del muchacho al que el granjero Fleming había ayudado.
"Yo quiero recompensarlo", dijo el noble. "Usted salvó la vida de mi hijo". "No, yo no puedo aceptar un pago por lo que hice", el granjero escocés contestó. En ese momento, el hijo del granjero vino a la puerta de la cabaña.
"¿Es su hijo?" el noble preguntó."Sí", el granjero contestó orgullosamente.
"Le propongo hacer un trato. Permítame proporcionarle a su hijo el mismo nivel de educacion que mi hijo disfrutará. Si el muchacho se parece a su padre, no dudo que crecera hasta convertirse en el hombre del que nosotros dos estaremos orgullosos".
Y el granjero aceptó. El hijo del granjero Fleming asistió a las mejores escuelas y, al tiempo, se graduó en la Escuela Médica del St. Mary's Hospital en Londres, y siguió hasta darse a conocer en el mundo como el renombrado Dr. Alexander Fleming, el descubridor de la Penicilina. Años después, el hijo del mismo noble que fue salvado del pantano estaba enfermo de pulmonía. ¿Qué salvo su vida esta vez? .... La penicilina.
El nombre del noble? Sir Randolph Churchill. El nombre de su hijo? Sir Winston Churchill.

Alguien dijo una vez: Lo que va, regresa.

Trabaja como si no necesitaras el dinero. 
Ama como si nunca hubieses sido herido. 
Baila como si nadie estuviera mirando. 
Canta como si nadie escuchara. 
Vive como si fuera el Cielo en la Tierra.



miércoles, 22 de mayo de 2013

LOS DUENDES TRAVIESOS Y LA FELICIDAD

Un poco antes de que la humanidad existiera, se reunieron varios
duendes para hacer una travesura. Uno de ellos dijo: "Debemos quitarles
algo pero, ¿qué les quitamos?".
Después de mucho pensar uno dijo: "¡Ya sé!, vamos a quitarles la
felicidad, pero el problema va a ser dónde esconderla para que no la
puedan encontrar".
Propuso el primero: "Vamos a esconderla en la cima del monte más alto
del mundo", a lo que inmediatamente repuso otro: "no, recuerda que
tienen fuerza, alguna vez alguien puede subir y encontrarla, y si la
encuentra uno, ya todos sabrán donde está".
Luego propuso otro: "Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar",y


otro contestó: "No, recuerda que tienen curiosidad, alguna vez alguien
construirá algún aparato para poder bajar y entonces la encontrará".
Uno más dijo: "Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra". Y le
dijeron: "No, recuerda que les dimos inteligencia, y un día alguien va a


construir una nave en la que puedan viajar a otros planetas y la va a
descubrir, y entonces todos tendrán felicidad".
El último de ellos era un duende que había permanecido en silencio
escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás. Analizó


cada una de ellas y entonces dijo: "Creo saber dónde ponerla para que
realmente nunca la encuentren".
Todos voltearon asombrados y preguntaron al unísono: "¿Dónde?".
El duende respondió: "La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán
tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán".
Todos estuvieron de acuerdo y desde entonces ha sido así: el hombre se
pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la trae consigo.

LAS MIL CANICAS


Hace unos días alguien me dio una de esas lecciones que son difíciles de
olvidar. Me habló de las "mil canicas". Déjame que te cuente...


Esta persona, de edad avanzada, me preguntó si el trabajo me quitaba
mucho tiempo al cabo del día. "No me importa cuánto te pagan por tu trabajo - me
dijo- pero es una pena que tengas que estar tanto tiempo fuera de casa.
Es muy serio pensar que una persona tenga que trabajar tantas horas al cabo de la
semana para sobrevivir". Me habló acerca de las prioridades de la vida;
y, entonces, me explicó su teoría sobre las "mil canicas". El promedio de vida de una
persona es de unos 75 años aproximadamente. Los sábados de un año suman
52. Así que, multiplicando 75 por 52, el resultado es 3.900: el número de


sábados que una persona habrá de tener en toda su vida. "Tengo 55 años
-me confesó esta persona- y, hoy por hoy, ya he vivido más de 2.800 sábados. Me
puse a pensar que, si llegaba a los 75 años me quedarían unos 1000 más
para disfrutar. Así que fui a una tienda de juguetes -me dijo- y me compré 1000
canicas". Según me dijo esta persona, las llevó a casa y las puso dentro
de un gran envase de plástico. Cada sábado a partir de entonces, ha estado
tomando una canica por cada sábado y la ha tirado. Descubrió algo: cómo
disminuían las canicas; y que no hay nada como ver cómo se agota tu tiempo
para empezar a elegir las prioridades de tu vida.
Por último, me confesó que, esta mañana, sacó su última canica; y que
todo lo que venga a partir de ahora, será un día más de regalo. Y que no hay que
esperar a tener mucha edad para darse cuenta del regalo de cada día. Y,
si hay algo que todos podemos usar es un poco más de tiempo.


Esta conversación que tuve con él, me dio mucho qué pensar.
Aquel sábado, yo tenía planes de trabajar todo el día; pero, no lo hice.
¡Era sábado! En vez de aquello, subí las escaleras y desperté a mi
compañero con un beso. Le dije que esa mañana le invitaba a desayunar y a pasar el fin de
semana fuera de la ciudad. Hace tiempo que no hacía algo así...
Ah! Y, ese día, compré algunas canicas...
Djeco <em>Canicas</em> cubo semilla

martes, 21 de mayo de 2013


Quisiera saber por qué esta muerte 
al verte, adolescente rumoroso, 
mar dormido bajo los astros ciegos, 
aún constelado por escamas de sirenas, 
o seda que despliegan 
cambiante de fuegos nocturnos 
y acordes palpitantes, 
rubio igual que la lluvia, 
sombrío igual que la vida es a veces. 

Aunque sin verme desfiles a mi lado, 
huracán ignorante, 
estrella que roza mi mano abandonada su eternidad, 
sabes bien, recuerdo de siglos, 
cómo el amor es lucha 
donde se muerden dos cuerpos iguales. 

Yo no te había visto; 
miraba los animalillos gozando bajo el sol verdeante, 
despreocupado de los árboles iracundos, 
cuando sentí una herida que abrió la luz en mí; 
el dolor enseñaba 
cómo una forma opaca, copiando luz ajena, 
parece luminosa. 

Tan luminosa, 
que mis horas perdidas, yo mismo, 
quedamos redimidos de la sombra, 
para no ser ya más 
que memoria de luz; 
de luz que vi cruzarme, 
seda, agua o árbol, un momento.


Diré cómo nacisteis, placeres prohibidos, 
Como nace un deseo sobre torres de espanto, 
Amenazadores barrotes, hiel descolorida, 
Noche petrificada a fuerza de puños, 
Ante todos, incluso el más rebelde, 
Apto solamente en la vida sin muros. 

Corazas infranqueables, lanzas o puñales, 
Todo es bueno si deforma un cuerpo; 
Tu deseo es beber esas hojas lascivas 
O dormir en esa agua acariciadora. 
No importa; 
Ya declaran tu espíritu impuro. 

No importa la pureza, los dones que un destino 
Levantó hacia las aves con manos imperecederas; 
No importa la juventud, sueño más que hombre, 
La sonrisa tan noble, playa de seda bajo la tempestad 
De un régimen caído. 

Placeres prohibidos, planetas terrenales, 
Miembros de mármol con sabor de estío, 
Jugo de esponjas abandonadas por el mar, 
Flores de hierro, resonantes como el pecho de un hombre. 

Soledades altivas, coronas derribadas, 
Libertades memorables, manto de juventudes; 
Quien insulta esos frutos, tinieblas en la lengua, 
Es vil como un rey, como sombra de rey 
Arrastrándose a los pies de la tierra 
Para conseguir un trozo de vida. 

No sabía los límites impuestos, 
Límites de metal o papel, 
Ya que el azar le hizo abrir los ojos bajo una luz tan alta, 
Adonde no llegan realidades vacías, 
Leyes hediondas, códigos, ratas de paisajes derruidos. 

Extender entonces una mano 
Es hallar una montaña que prohíbe, 
Un bosque impenetrable que niega, 
Un mar que traga adolescentes rebeldes. 

Pero si la ira, el ultraje, el oprobio y la muerte, 
Ávidos dientes sin carne todavía, 
Amenazan abriendo sus torrentes, 
De otro lado vosotros, placeres prohibidos, 
Bronce de orgullo, blasfemia que nada precipita, 
Tendéis en una mano el misterio. 
Sabor que ninguna amargura corrompe, 
Cielos, cielos relampagueantes que aniquilan. 

Abajo, estatuas anónimas, 
Sombras de sombras, miseria, preceptos de niebla; 
Una chispa de aquellos placeres 
Brilla en la hora vengativa. 
Su fulgor puede destruir vuestro mundo.

Luis Cernuda

lunes, 20 de mayo de 2013


Los pescadores y las piedras
Tiraban unos pescadores de una red y como la sentían  muy cargada, bailaban y gritaban de contento, creyendo que habían hecho una buena pesca. Arrastrada la red a la playa,  en lugar de peces sólo encontraron piedras y otros objetos, con lo que fue muy grande su contrariedad, no tanto por la rabia de su chasco, como por haber esperado otra cosa.
 Uno de los pescadores, el más viejo, dijo a sus compañeros:
-Basta de afligirse, muchachos, puesto que según parece la alegría tiene por hermana la tristeza; después de habernos alegrado tanto antes de tiempo, era natural que  tropezásemos con alguna contrariedad.

Es rutina de la vida que a buenos tiempos  siguen unos malos y a los malos tiempos le suceden otros buenos. Estemos siempre preparados a estos inesperados cambios.


Leyendas


Los dioses, según una leyenda antigua, escogieron a ciertos árboles para tenerlos  bajo su protección especial. Zeus eligió el roble, Afrodita  el mirto, Apolo el laurel, Cibeles el pino, y Heracles el álamo. Atenea, preguntándose por qué ellos habían preferido árboles a los que no se les aprovecha la fruta, preguntó la razón de su opción. Zeus  contestó:
--Es que no deseamos parecer desear fervientemente el honor por la fruta.--
Pero replicó Atenea:
--Le digo a cualquiera que la aceituna es mi más querido árbol debido a su fruta.--
Zeus entonces dijo:
--Mi hija, te llaman correctamente sabia; ya que a menos que lo que hagamos sea útil, la gloria por ello sería vana.--

La utilidad de toda acción o acto, lo determina la bondad de su producto.

viernes, 17 de mayo de 2013


Hércules y Atenea

Avanzaba Hércules a lo largo de un estrecho camino. 
Vio por tierra un objeto parecido a una manzana e intentó aplastarlo. El objeto duplicó su volumen. Al ver esto, Hércules lo pisó con más violencia todavía, golpeándole además con su maza. Pero el objeto siguió creciendo, cerrando con su gran volumen el camino. El héroe lanzó entonces su maza, y quedó plantado presa del mayor asombro.
En esto se le apareció Atenea y de dijo:
-Escucha, hermano; este objeto es el espíritu de la disputa y de la discordia; si se le deja tranquilo, permanece como estaba al principio; pero si se le toca, ¡mira cómo crece!

La disputa y la discordia son causa de grandes males a la humanidad. Nunca las estimules.



 La viña y la cabra
Una viña se encontraba exuberante en los días de la cosecha con hojas y uvas. Una cabra que pasaba por ahí mordisqueó sus zarcillos y tiernas hojas. La viña le reclamó: 
-¿Por qué me maltratas sin causa y comes mis hojas? ¿No ves que hay zacate suficiente? Pero no tendré que esperar demasiado por mi venganza, pues si sigues comiendo mis hojas y me maltratas hasta la raíz, yo proveeré el vino que echarán sobre ti cuando seas la víctima del sacrificio.

Los maltratos hechos con intención, tarde o temprano regresan a quien los hizo, muchas veces bajo otra vestidura.


miércoles, 15 de mayo de 2013


Los tres protectores

Una gran ciudad estaba siendo sitiada, y sus habitantes se reunieron para considerar el mejor medio de protegerse. 
Un ladrillero acaloradamente recomendaba a los ladrillos como la mejor adquisición para la más efectiva resistencia. 
Un carpintero, con igual entusiasmo, proponía la madera como un método preferible para la defensa. 
En eso un curtidor de cueros se levantó y dijo:
 -Compañeros, yo difiero de todos ustedes, y advierto que por nada cambiaré de opinión. Les afirmo que están muy equivocados: para resistir, no existe nada mejor que el cubrirse con pieles, y para eso nada tan bueno como los cueros.

Los irresponsables, los ignorantes, y los  agitadores, nunca aceptan que otros puedan tener la razón, y defienden siempre intransigentemente sólo su punto de vista, aunque no tengan el menor conocimiento del tema, sin importarles las consecuencias del momento o del futuro.



Las liebres y las ranas


Se reunieron un día las liebres y se lamentaban entre sí de llevar una vida tan precaria y temerosa, pues, en efecto, ¿No eran víctimas de los hombres, de los perros, de las águilas, y otros muchos  animales ?
 ¡ Más valía morir de una vez que vivir en el terror !

Tomada esta resolución, se lanzaron todas al mismo tiempo a un estanque para morir en él ahogadas.
Pero las ranas, que estaban sentadas alrededor del estanque, 
en cuanto oyeron el ruido de su carrera, saltaron asustadas al agua. Entonces una de las liebres, la que parecía más inteligente que las demás, dijo:
-- ¡Alto compañeras ! No hay que apurarse tanto,
 pues ya ven que aún hay otros más miedosos que nosotras!
  
El consuelo de los desgraciados es encontrar a otros en peores condiciones.